lunes, 1 de abril de 2013

Ser consciente

Ser consciente, tan importante y tan poco considerado. Aquí me voy a referir a ser consciente de uno mismo, de nuestros propios actos, de nuestros pensamientos, de cómo somos hoy y cómo queremos ser mañana.

Lo primero que hemos de hacer cuando queremos modificar nuestro comportamiento es saber qué origina dicho comportamiento, para ello es fundamental que nos observemos, que comprendamos nuestras reacciones y que aprendamos algo de ellas.

¿Qué significa observarnos? Significa dedicarnos tiempo. Significa vivir el presente, aquí y ahora, con todos los sentidos puestos en ello, concentrados. De este modo, podremos descubrir cuáles son los desencadenantes de nuestras emociones y la reacción impulsiva que de ellos se desprende. Observar cómo escuchamos, cómo percibimos los estímulos, cómo los procesamos (juzgamos, relativizamos, aprendemos, dogmatizamos, censuramos, encasillamos…), cómo reaccionamos, cómo manifestamos nuestras emociones y nuestras acciones. Cómo nos comportamos.

Para ser capaces de observar todos esos aspectos que nos conforman tal y como somos hoy en día, hemos de esforzarnos mucho en estar atentos, en no poner el piloto automático. Debemos fijarnos más en cómo los acontecimientos producen efectos en nosotros mismos que en los acontecimientos en sí.

Con la observación viene el aprendizaje, en este caso, sobre nosotros mismos. Comenzamos a comprender cómo son nuestros mecanismos de respuesta y, si no nos gustan, podemos empezar a cuestionarlos para cambiarlos. Es fundamental tomarse tiempo y practicar nuevas respuestas, las deseadas, para integrarlas en nuestro comportamiento hasta que las no deseadas queden desechadas por obsoletas y/o entorpecedoras en el logro de nuestros objetivos. Este aprendizaje es fundamental para adaptarnos al cambio y nos aportaría regulación emocional.

Por ejemplo, cuando experimentamos un estado de ansiedad, notamos una elevada tensión muscular. Dicha tensión muscular se produce automáticamente y de modo involuntario. Es la respuesta fisiológica de un estado de alarma, lucha, huida o emergencia, pero podemos aprender a controlarla voluntariamente (como cuando regulamos nuestra respiración). Si queremos salir de ese estado de ansiedad y lograr la relajación, hemos de centrarnos en la tensión muscular (requisito imprescindible: ser consciente de que tenemos dicha tensión muscular y de que estamos ansiosos) para perseguir una disminución de la misma. Para ello podemos hacer diferentes ejercicios físicos que nos ayuden a relajar la musculatura, esto activará una serie de mecanismos en nuestro sistema nervioso, logrando, a su vez, una sensación de relajación que sustituirá el estado inicial de ansiedad.

Por tanto, tomar conciencia de nosotros mismos nos ayuda a adaptarnos a los cambios para evolucionar hacia aquello que queremos ser y, de ese modo, lograr aquello que queremos conseguir. A descubrir nuestra esencia y darle la oportunidad de manifestarse. En ocasiones necesitamos a alguien que sea el espejo en el que mirarnos para obtener una imagen fiel de nosotros mismos (un coach podría hacer ese papel).

Este proceso ha de llevarse a cabo desde la humildad del aprendiz, la coherencia con uno mismo y el respeto a nosotros mismos, y a los demás.

Ese mejor conocimiento de nosotros mismos nos proporcionará mayor iniciativa que nos brindará más libertad de acción. Pero ojo, esa iniciativa ha de ir emparejada con conocimiento.

“Aprender, recordar y experimentar es nuestro don como seres humanos. Este proceso nos cambia para siempre. Dejar de aprender es dejar de cambiar. Nuestro cambio es nuestra evolución”. Dr. Joe Dispenza (bioquímico).

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