sábado, 28 de diciembre de 2013

Una cuestión de actitud

Estamos en fechas especiales y nos encontramos con diferentes actitudes frente a ellas. Unos “odian” la Navidad, otros dicen que son “indiferentes”, algunos despliegan todo su “espíritu Navideño” y disfrutan al máximo de las fiestas.

Lo mismo ocurre en la vida cotidiana si comparamos a personas diferentes que estén viviendo las mismas circunstancias. ¿Qué es lo que hace que unos superen con éxito las dificultades y otros se ahoguen en la misma situación? Sin duda, la actitud juega un papel relevante.

Incluso las investigaciones médicas de los últimos años indican que la actitud que tengamos frente a las cosas podría tener un enorme impacto en el funcionamiento del sistema inmunológico. Es decir, una actitud favorable puede ayudarnos a mejorar nuestra salud.

Si pensamos en gente a la que admiramos, ¿qué podríamos decir de su actitud?, ¿qué es lo que hacen para que los admiremos?

No es tan importante el problema, sino cómo te enfrentas al mismo, ¿te ocupas o te preocupas?, si esto lo extrapolamos al resto de acontecimientos de tu día a día, ¿cómo te relacionas con la vida?, ¿cómo te posicionas frente a ella?, ¿cómo es tu actitud? Abierta o cerrada, cercana o distante, de interés o desinterés…

Uno de mis personajes favoritos es “Sherlock Holmes”, de Sir Arthur Conan Doyle, y una de las cosas que quería hacer en estas Navidades era releer “Estudio en escarlata”. Me apetecía volver a sentir aquellas sensaciones que tenía cuando era niña y devoraba sus historias, meterme por completo en las mismas y sentir que estaba allí, pensando como él, investigando las escenas y llegando a conclusiones que nadie más podía ver gracias a su forma única de analizar los casos.

El momento elegido para comenzar el libro fue ayer por la mañana. Tenía que pasar la ITV del coche y suponía que tendría por delante una larga cola. Así fue. Dos horas y media de apasionante espera, sólo el sol radiante me recordaba que no estaba en medio de la niebla londinense. Y cual fue mi sorpresa, cuando en la introducción de los personajes, me encontré este regalo:

“- Busco alojamiento – repuso Watson – quiero ver si me las arreglo para vivir a un precio razonable.
- Cosa extraña – comentó Stamford – es usted la segunda persona que ha empleado esas palabras en el día de hoy.
- ¿Y quién fue la primera?
- Un tipo que está trabajando en el laboratorio de química, en el hospital. Andaba quejándose esta mañana de no tener a nadie con quien compartir ciertas habitaciones que ha encontrado, bonitas a lo que parece, si bien de precio demasiado abultado para su bolsillo.
- ¡Demonio!, si realmente está dispuesto a dividir el gasto y las habitaciones, soy el hombre que necesita. Prefiero tener un compañero antes que vivir solo.
- No conoce todavía a Sherlock Holmes, podría llegar a la conclusión de que no es exactamente el tipo de persona que a uno le gustaría tener siempre por vecino.
- ¿Si?, ¿qué habla en contra suya?
- Oh, en ningún momento he sostenido que haya nada contra él. Se trata de un hombre de ideas un tanto peculiares…, un entusiasta de algunas ramas de la ciencia. Hasta donde se me alcanza, no es mala persona.
- Naturalmente sigue la carrera médica – inquirió Watson.
- No… Nada sé de sus proyectos. Creo que anda versado en anatomía, y es un químico de primera clase; pero según mis informes, no ha asistido sistemáticamente a ningún curso de medicina. Persigue en el estudio rutas extremadamente dispares y excéntricas, si bien ha hecho acopio de una cantidad tal y tan desusada de conocimiento, que quedarían atónitos no pocos de sus profesores.
- ¿Le ha preguntado alguna vez qué se trae entre manos?
- No; no es hombre  que se deje llevar fácilmente a confidencias, aunque puede resultar comunicativo cuando está en vena.
- Me gustaría conocerle – dijo Watson – Si he de partir la vivienda con alguien, prefiero que sea persona tranquila y consagrada al estudio. No me siento aún lo bastante fuerte para sufrir mucho alboroto o una excesiva agitación. Afganistán me ha dispensado ambas cosas en grado suficiente para lo que me resta de vida. ¿Cómo podría entrar en contacto con este amigo de usted?
- Sepa exculparme si no llega a un acuerdo con él, nuestro trato se reduce a unos cuantos y ocasionales encuentros en el laboratorio. Ha sido usted quien ha propuesto este arreglo, de modo que quedo exento de toda responsabilidad.
- Si no congeniamos bastará que cada cual siga su camino. Me da la sensación, Stamford, de que tiene usted razones para querer lavarse las manos en este negocio. ¿Tan formidable es la destemplanza de nuestro hombre?
- No es cosa sencilla expresar lo inexpresable. Holmes posee un carácter demasiado científico para mi gusto… un carácter que raya en la frigidez. Me lo figuro ofreciendo a un amigo un pellizco del último alcaloide vegetal, no con malicia, entiéndame, sino por la pura curiosidad de investigar a la menuda sus efectos. Y si he de hacerle justicia, añadiré que en mi opinión lo engulliría él mismo con igual tranquilidad. Se diría que habita en su persona la pasión por el conocimiento detallado y preciso.
- Encomiable actitud.
- Y a veces extremosa…”

Es interesante ver cómo una misma actitud es valorada de diferentes modos según los jueces.

“Lo que resulta más sorprendente es que mi actitud depende de la manera en la que estoy valorando algo y esa valoración es la que afecta precisamente a mi forma de relacionarme con ese algo.” – Mario Alonso Puig.

Si quieres que hablemos, pídemelo aquí.