viernes, 30 de mayo de 2014

El baile de las emociones

Las emociones, tan misteriosas que, a veces, incluso nos cuesta identificarlas.

Cuando alguien nos pregunta cómo nos sentimos tendemos a decir “muy bien”, “bien…” o, “bueno, vamos tirando…”, puede que en alguna ocasión hasta nos atrevamos a decir “maaal” pero, ¿qué se esconde detrás de esa respuesta? No estoy diciendo que tengamos que contarle a cualquiera cómo nos sentimos realmente, pero otra cosa somos nosotros.

¿Eres sincero contigo mismo acerca de lo que sientes o tiendes a engañarte, a camuflar tus emociones?

Para poder identificar las emociones, primero hemos de conocerlas. ¿Qué es una emoción? Quiero dejar a un lado las definiciones farragosas que nos encontramos en la bibliografía dedicada a este tema.

Charles Darwin en sus estudios sobre la evolución prestó atención a “La expresión de las emociones en hombres y animales (1872)” y supuso que las respuestas faciales humanas evidenciaban estados emocionales idénticos en todos los seres humanos.

Paul Elkman lleva más de 50 años estudiando las expresiones faciales de las emociones. Gracias a su trabajo en este campo, ha conseguido demostrar que estas expresiones son universales y no fruto de la cultura social en la que nos desarrollamos. (Si te interesa saber más sobre esta investigación puedes leer esto)

A partir de ahí surge la tesis que afirma que existen 4 emociones centrales: el miedo, la ira, la tristeza y la alegría, de las que emanan todas las demás (aprensión, inquietud, desasosiego, angustia, susto, nerviosismo, enojo, resentimiento, odio, furia, celos, pena, aflicción, soledad, desaliento, nostalgia, gozo, euforia, satisfacción, placer, éxtasis, amor, sorpresa, desconcierto, desprecio, asco, culpa, dolor, vergüenza…)

Además de las emociones están los estados de ánimo que perduran más en el tiempo que las anteriores. Uno puede tener un arrebato de ira, sin embargo es difícil que durante todo un día pueda mantener ese estado emocional. Es más probable que a lo largo del día esté enfadado, por ejemplo, o irascible, ése sería su estado de ánimo.

Por tanto, una emoción, se diferencia de un estado de ánimo en la intensidad con que se muestra y el tiempo que dura su manifestación. A mayor intensidad y menor tiempo estaríamos hablando de una emoción.

Por otra parte, tenemos también nuestro temperamento, esto no es una emoción, sino la tendencia a mostrar determinadas emociones y estados de ánimo, lo que hace que seamos personas más o menos tímidas, divertidas, melancólicas, gruñonas… El temperamento lo definiría nuestra predisposición emocional.

Llegados a este punto, ¿qué es una emoción y para qué sirve? Una emoción es una respuesta innata y universal ante un estímulo y sirve para avisarnos del impacto que dichos estímulos tienen en nosotros.

Esa respuesta implica pensamiento, sentimiento y acción. Todas las emociones tienen una función adaptativa, otra cosa diferente es cómo canalizamos su energía. Las emociones están ahí para ayudarnos a seguir evolucionando.

Como dice Elsa Punset, con las emociones nos comunicamos, alcanzamos metas, aprendemos, convivimos, creamos, pensamos y tomamos decisiones. Por lo tanto, las emociones guían nuestro comportamiento.

Veamos un poco de cada una de estas emociones centrales:

El miedo surge cuando pensamos que no controlamos la situación, esto puede llevarnos a un estado de ansiedad. El miedo nos muestra dónde podemos mejorar y la pregunta es ¿cómo podemos hacerlo?
La ira surge como un volcán cuando alguien ataca nuestra identidad. Es un mecanismo de defensa. ¿De qué nos debemos proteger o qué debemos fortalecer?
La tristeza se muestra ante una pérdida y su función es provocar un estado de ánimo que facilite la introspección y nos permita llorar esa pérdida o una esperanza frustrada, analizar la situación y, una vez recuperemos la energía, planificar un nuevo comienzo. La tristeza nos pide tiempo para recuperarnos.
La alegría favorece la celebración de algo que hemos conseguido.

A lo largo del día, diferentes emociones nos invitan a bailar. Aquí tienes unos pasos para empezar:

1.     Reconoce su ritmo, ¿cómo se manifiesta físicamente en ti?
2.     Acepta su invitación, así podrás liberar energía.
3.     Escucha su música, ¿qué te dice?
4.  Comienza a bailar, para canalizar esa energía en función del mensaje descifrado. Fíjate en tu movimiento y encuentra la armonía.

¿Nos ponemos los zapatos de baile?

 “No hay guerra sin tregua, no hay amor sin celos ni posesión sin desvelo. No hay alegría sin tristeza, deseo sin espera ni luz sin sombra. Por ello, cada vez que salimos al mundo, aunque regresemos con un pequeño fajo de logros y alegrías, no faltarán las cornadas, decepciones y tristezas que asesta la vida.” – Elsa Punset.

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