Hay
relaciones de dependencia que nos hacen sentir “secuestrados”, sin embargo, a
pesar de ello, las seguimos manteniendo tal y como están.
¿Acaso
tenemos síndrome de Estocolmo?
Este
tipo de relaciones pueden darse en el ámbito personal, pero también lo hacen en
el profesional/laboral.
En
ambos casos nos limitan, si no prestamos atención. Una relación es cosa de dos
(al menos), si no nos gusta cómo nos hace sentir podemos tomar cartas en el asunto. Un pequeño cambio por nuestra parte puede obrar maravillas en una
relación.
Somos
seres sociales y, en general, necesitamos la aprobación de los demás, tanto que
a veces pasamos por alto nuestra propia aprobación. Sin embargo, cuando esto se
convierte en la norma, somos el copiloto de nuestra propia vida, dejando que
sean otros quienes decidan en nuestro lugar.
Cuando
eso ocurre, ha llegado el momento de hacer un alto en el camino y encontrar el
equilibrio entre nuestras propias necesidades y las del grupo que nos acoge y
necesita.
Esto
nos puede desestabilizar, necesitaremos dedicarnos el tiempo suficiente para
conocer nuestros puntos más vulnerables y aquellos otros que nos ayudarán en
esta transición.
Entre
los puntos vulnerables nos podemos encontrar con una inestabilidad emocional
que nos conduzca a un nuevo secuestro, en este caso emocional, y que sean las
emociones las que tomen el control, haciéndonos transitar por un camino
desbordado de pasiones que nos agotarán y frustrarán a cada paso.
Sin
embargo, si somos conscientes de esto, podremos construir estrategias que nos
ayuden a ser más inteligentes emocionalmente hablando, utilizando aquellos
puntos fuertes que nos dotarán del ritmo necesario para bailar con las emociones y definir nuestras relaciones.
“La emoción es algo
fundamental para pensar eficazmente, tanto para tomar decisiones inteligentes
como para permitirnos simplemente pensar con claridad.” – Daniel Goleman.
Si quieres que hablemos, pídemelo aquí.
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